Rafael Hidalgo, que dirige la Huaca es Poesia junto a Paola Davalos, comparte un poema donde los dioses y pelicanos vuelan sobre ciudad y memoria profunda
¿En qué espacio infinito de la Tierra mora el aire puro?
¿En qué lugar los pájaros retienen para la noche el cielo tibio?
He visto en los arenales de Lima desolados como la muerte
los hombres arman chozas a medianoche como brasas
de estrellas amarillas que relampaguean en la penumbra.
Y el calor dura en la arena a pesar del viento visible,
los seres transparentes que la habitan tristemente
deslizan sus cuerpos azorados, reptan colinas
retozan y se mueven bajo la luz de la luna.
He visto huesos de dioses profanados de extrañas tribus.
Aullidos de perros nocturnos horadan la noche.
Al llegar el alba el rumor de las alas de los pelícanos
descienden sobre los techos, filtran los aleteos
en las paredes torvas de los esteros.
¿A caso el vuelo de los pelícanos elevará nuestros sueños?
¿No es acaso Kon, el Dios volador, quien ha venido por nosotros?
¡Oh adorado dios Kon inclina el báculo sobre las cabezas
que han causado muerte y devastación en estos áridos reinos!
Has cruzado sobre nosotros en grandioso vuelo
sea esta nuestra señal, permítenos avivar el fuego
que preserve tu memoria.
¿Por qué el tiempo no ha detenido la muerte?
Y, sin embargo, los gritos de tus guerreros no han sido callados
por sus hoscas coces.
Ahora el desamor y la soledad han sobrevivido
solo el vuelo esporádico de los pájaros
irrumpen el cielo gris de la ciudad.
He visto tu sombra ascender como una columna
y descender camino al mar y perderte entre viejas barcazas.
No era el tiempo de morir, no era el tiempo para ti.
Los aullidos de los perros a lo lejos pueden vislumbran el dolor.
Ya es tarde, ya es tarde
y en nuestro hogar hay todavía un refugio para nosotros,
moradas abandonadas por los dioses se incendian
ahora irremediablemente.
Ya es tarde, ya es tarde
Y, sin embargo, no para las luces que renacen en el crepúsculo.
Rafael Hidalgo